Lactointolerante

Cuando era niña me obligaron a tomar leche. Me daba asco sus consistencia acuosa y blanquesina. Me la metieron revuelta con polvo sabor chocolate, vainilla y fresa. Pero, algo había en ella que me quemaba las entrañas. La evité lo más que pude. Sus derivados, en cambio, me parecían exquisitos, en especial los quesos asaderos. Ahora que me entero que soy intolerante a la lactosa, me pone triste despedirme de las delicias que resultan del cuajo de la leche.

Sobre Ricardo III, versión 0.3, de la Compañía de Teatro Penitenciario de Santa Martha Acatitla

Teatro y prisión, dos conceptos aparentemente contrarios, se encuentran. La puesta en escena Ricardo III, versión 0.3, bajo la dirección de Itari Marta Mena, del Foro Shakespeare, AC y los internos-actores de la Compañía de Teatro Penitenciario de la Penitenciaría del Distrito Federal de Santa Martha Acatitla, me sirvió de pretexto para desarrollar algunas ideas que traía atoradas desde hacía tiempo. Comparto tan sólo un extracto de mi tesis de maestría. Espero sea de utilidad.

Esta alternativa escénica resulta un teatro contra la violencia, un camino hacia la paz, una alternativa para la reflexión. No es un teatro para reinsertar ni rehabilitar sino para vivir, un teatro para la interacción entre internos (intramuros y extramuros) y externos, un teatro para comprender cómo funciona el mundo social desde lo más oscuro del sistema, un teatro que comunica de manera horizontal. Este teatro es una exposición del ser social y artístico, una forma de ejercer los derechos humanos y la justicia. El teatro en una prisión en el DF muestra el estigma del preso sin pretensiones de borrarlo.

El caso de Ricardo III, versión 0.3 es especial. En el escenario del teatro en un contexto de encierro se cuenta un suceso, de nueve maneras distintas: la vida y la muerte de Ricardo III. En él, el espectador será, en este caso, un observador activo, a la manera del teatro épico, porque cada temática que se cuenta, obligará al espectador a tomar decisiones sobre su propio estar en el aquí y ahora del devenir histórico.

Las temáticas más sobresalientes son la corrupción del sistema político, la violencia contra la mujer, los actos de pederastia detectados en la iglesia, el poder detrás del poder. El pretexto para contar estos temas es el texto dramático de William Shakespeare, donde se dice que el personaje histórico de Ricardo III fue arrojado al mundo sin haber sido terminado, un hombre con defectos físicos, quien, ante la muerte de su hermano, se convierte en un tirano, en un ambicioso del poder y quien cometerá crímenes con tal de sentarse en el trono.

Entonces, en este teatro en prisión, el espectador se confrontará con los sucesos de la escena porque en cada cuadro, no en cada acto, como ocurre en el teatro dramático aristotélico, se exponen las debilidades humanas. En este tipo de teatro el hombre es objeto del análisis. Y este hombre, expresado a través de Ricardo III, no muestra sus instintos, sino sus motivos a fin de conseguir el poder: tener dinero, tener control sobre los otros, tener un puesto en la esfera política.

El espectador, al saberse en una cárcel y observar en el escenario de la cárcel esos problemas sociales muy cercanos a su realidad, pero desde una institución total en el que se sabe vigilado desde todos los ángulos (en el que sabe que están guardadas las personas non gratas de la sociedad) el mundo se transforma, el hombre cambia, se puede ver de frente y desafiar al panóptico o a esa sensación de ser observado desde algún punto, pero sin conocer la identidad de quien observa. De esta forma, el teatro en prisión ofrece al espectador una oportunidad de pensar, de reflexionar e ir al encuentro con el otro.